Poemas de Andrés Morales (Chile)










Por ínsulas extrañas

Por ínsulas extrañas
una paloma descansa
sus huesos derramados.

Del hierro muerto nace
la piel desencajada;
del hierro, dientes huecos
acechan en la puerta.

Por siglos negra y seca
la sangre nos espera,
la reja demolida,
la casa negra y seca.

Del agua resbalando
la muerte nos señala,
nos hiere, nos enciende.

Por mármoles, ciudades,
el ojo no se cierra:
miramos los espejos.

Del sueño caminamos
al sueño bostezando
y en trenes y estaciones
perdemos la nostalgia.

Por huesos la paloma
levanta las tormentas,
por brazos las extiende:

Del círculo de fuego
llegamos al desierto,
vendimos las antorchas,
clavamos las campanas.

Por últimos caminos
se doblan los planetas:

Por ínsulas extrañas
descansan las palomas
mordiendo sus heridas.

Las águilas del odio.


Entre hermanos

-Tú no te acuerdas del sol
que vimos en Utah:
cómo corrían mormones
bajo la lluvia creciente.

-Tú no te acuerdas,
tú no te acuerdas.

(Otra vez la lluvia asemeja
las noches del teatro vacío
y James O'Neill se muere
como un caballo de piedra).

-Tú no te acuerdas del sol:
Yo solo veía amanecer
y tú cerrabas postigos
para soñar con los aplausos.


Adriático en Dubrovnik

Este mar este mar Este Mar

Único perfecto conjugado
navegándose perpetuo en su descanso
ceremonia rito de lenguaje

He aquí el rostro de las horas
el brazo que recorre y no respira

(Yo he visto como el sol en su cadencia
adivina el arrebato la partida)

Argonautas que regresan con manzanas
lirios islas en las manos
y el peso de mis ojos en su viaje

Aquí el mar completo en su desnudo
frágil terrible cuerpo entero

Aquí converge el sueño por su sangre
y rompe el sol su centro presentido


(A Jaime Siles)

Poemas de Jaime Sáenz (Bolivia)










EN LO ALTO DE LA CIUDAD OSCURA

Una noche en una calle bajo la lluvia en lo alto
de la ciudad oscura
con el ruido a lo lejos
es seguro que suspirará
yo suspiraré
tomados de las manos por un gran tiempo
en el interior de la arboleda
sus ojos claros al pasar un cometa
su cara llegada del mar
sus ojos en el cielo mi voz dentro de su voz
su boca en forma de manzana
su cabello en forma de sueño
una mirada nunca vista en cada pupila
sus pestañas en forma de luz un torrente de fuego
todo será mío dando volteretas de alegría
me cortaré una mano por cada suspiro suyo
me sacaré un ojo por cada sonrisa suya
me moriré una vez dos veces tres veces cuatro veces mil veces
hasta morir en sus labios
con un serrucho me cortaré las costillas para entregarle ,mi corazón
con una aguja sacaré a relucir mi mejor alma para darle una sorpresa
los viernes por la tarde
con el aire de la noche cantando una canción
me propongo vivir trescientos años
en su hermosa compañía.

TU CALAVERA
A Silvia Natalia Rivera

Estas lluvias,
yo no sé por qué me harán amar un sueño que
tuve, hace muchos años,
con un sueño que tuviste tú
-se me aparecía tu calavera. Y tenía un alto encanto;
no me miraba a mí -te miraba a ti.
Y se acercaba a mi calavera, y yo te miraba a ti.
Y cuando tú me mirabas a mí, se te aparecía mi calavera;
no te miraba a ti.
Me miraba a mí.
En la alta noche, alguien miraba;
y yo soñaba tu sueño - bajo una lluvia silenciosa,
tú te ocultabas en tu calavera, y yo me ocultaba en ti-.

EN LA VENTANA
A Nelly Villanueva


Sabe Dios lo que yo buscaba, quería encontrar
no sé qué,
una tarde,
sentía el antiguo momento del encanto, las cosas
olvidadas en el tiempo
-los objetos sin forma dentro de mí,
un rastro de ceniza y un pedazo del acre,
esos nombres inmortales en la memoria.
El ancla, en los botones dorados, y los papeles,
el polvo en el vació - el olor, en unas ropas de niño,
unos restos, unas migas de hace años -y desde muy lejos,
al soplo del aire en la ventana, pensé en ti: en las nubes, un presagio de lluvia era el echarte de menos,
con tus ojos inexplicables, y la tarde moría.
Era un color, la ansiedad de los presentimientos:
era una sombra: el adiós,
la noche profunda en la ventana.

Poemas de Jorge Boccanera (Argentina)











UN HOMBRE
a Humberto Costantini

un hombre se me viene cayendo por la sangre
con una copa rota entre los dientes
no soy yo
somos todos
la soledad
el tajo de odio en la memoria somos

un hombre se me viene derrumbando
por la oscura saliva del silencio
salpicando mis ojos con antiguas cucharas
lágrimas que él inventa cuando pisa
los charcos de mi sangre

un hombre se me viene cayendo por la herida
no hagan música o fuego
no soplen ni respiren
quiere decirnos algo

hay un sur de rodillas preguntando
dónde estábamos todos
cómo fue que dejamos crecer la indiferencia
para que de una puerta salga el enceguecido
tirando puñetazos al aire
echando espuma por la boca

un hombre se me viene cayendo por la sangre
con pasos de borracho
no hagan ruido no escupan
no demoren quiere decirnos algo.


SUCESO VIII

a veces soy la voz del otro lado del teléfono
a veces un aliento
una ciudad enorme donde te encuentro a veces
por supuesto una fecha
un saludo que cruza el cielo velozmente
dos ojos que te miran
un café que te espera después de la llovizna
una fotografía una mano en tu mano
desesperadamente una canción etcétera

y siempre o casi siempre
nomás ese silencio
donde solés colgar tus prendas íntimas


LA MUJER DEL PRÓJIMO I

Llegó al cuarto entre asustada y no
su piel había memorizado calles
para que yo esta noche las caminase todas.


Llegó invadida de cebolla y pena,
de fiebre del pequeño y vecinas absurdas.
Llegó cansada de saludos breves,
preguntarse por qué a tanto silencio.

Necesitaba
que esta noche sus hombros arriben a otro puerto,
sus manos algo lejos del filo de la escoba,
su pelo rojo en otra almohada.

Entonces comprendí
que la mujer del prójimo es ajena,
incluso para él.

II
No unté mis ojos con el paisaje de los tuyos,
ni desordené el día para que aparecieras,
ni he juntado tus ruidos con mi boca
para que no doliesen las preguntas,
ni siquiera
me llamo como dices, pero
puedes quedarte,
hay un poco de sopa, algo de vino,
afuera está lloviendo en otro idioma.







Poemas de Jaime Quezada (Chile)








LA HERENCIA

La madre engaña a su hijo con un cuento
Y el plato de sopa queda limpio
El hijo crece
Se hace hombre
Se casa
Y tiene un hijo

Y el hijo engaña a su madre con un cuento
Y el plato se ensucia con el llanto.



TEMPRANÍA

Yo era un niño sentado en una sillita de paja
en medio del jardín
Se reían de mi baba
Me tiraban piedras y manzanas
Devolvía yo las piedras
Y me comía las manzanas

Después fui un muchacho lleno de sueños
proféticos

Ahora me siento diariamente a la cabecera de la mesa
En una silla eléctrica
Pidiendo a gritos que me tiren
Piedras y manzanas.



YO JUAN LLAMADO DE LA CRUZ

En los campos de la prisión de Toledo
Yo Juan llamado de la Cruz
Me pasé los días dando de comer hierbas a los asnos
(Si los asnos rechazaban las hierbas
era señal de hierbas venenosas)
No me daban siquiera un plato de lentejas
Tan flaco estaba que caminaba por el aire
Tocaba a Dios con los pies y con las manos
Comía sólo las hierbas que los asnos comían
Y no era ningún asno
Aunque me encerraban como un asno en una celda
A latigazo limpio echando afuera mis demonios:
Nada y nada hasta dar un pellejo y otro por mi Amado


Rebelde desobediente contumaz me gritaban
mis guardianes únicos demonios
No pudieron aplicarme la ley de la fuga
(Que muchas ganas al parecer tenían)
Yo mismo me fugué por mis propios medios de la cárcel
Sin traje de soldado sin traje de travestista
Con mi pobre sayal de arpillera de Almodóvar del Campo
Y como caminaba por el aire no dejé huella alguna
A no ser mi amor de Dios flotando en ese aire.

Poemas de Arturo Corcuera (Perú)










En el Cedar’s Hospital

¿Y si a los taitantos años de mi edad
los resultados del examen clínico resultaran preocupantes?
No se cohiba, doctor, en decírmelo
aún si fueran mortales.

Que si hay necesidad de cambiar el filtro a los riñones... (en buena hora) ;
que si el colesterol vuela alto... (aterrizaremos juntos) ;
que si el corazón se fatiga... (el precio de tanto amor) ;
que si el hígado está chiflado... (qué le vamos a hacer) ;
que si existe amenaza de embotellamiento en las arterias,
(sería una catástrofe) ;
que si el azúcar... (y uno es tan dulce hasta en las amarguras) ;
que si el páncreas... (no olvidar que el páncreas mató a mi madre) ;
que si una sombra en los pulmones,que si la próstata...

Dígame, doctor, los resultados
aunque los días que me aguardaran no fueran numerosos.
Comprenda que todo tiene su fin de fiesta
y uno debe dejar sus papeles en orden,reunir y dar los últimos toques
a unos versos a mediohacer, desaliñados,
empaquetar sus chibas,
mudarse lejos, muy lejos,
irse con su música a otra parte.

Lima la gris


Lima tiene por cielo la carpa de un circo. De aquellos circos pobres de cielo remendado, que se instalan en el verano de los balnearios y nos
abruman de nostalgias. ¡Oh, niñez mía, pata-salada, corriendo
enclenque por los arenales detrás de las lagartijas!

Es el cielo de Lima tremenda lagartija. ¡Ah, si Eguren pintara de colores los gallinazos!
Cielo "color panza de burro", en el decir chispeante de Héctor Velarde.
Desolado cielo gris como el lomo de las dunas de mis desiertos norteños,
y gris como mi pelo gris y esta morriña gris
y cotidiana.



Fábula biográfica del zancudo


Noctámbulo y sinuoso,
emblema de la Parca,
arrastra mala fama
por toda la comarca.

Por su sed insaciable
y su cárdena renta:
espectro de oligarca.

No vive de sus manos,
colérico y picudo,
sorbe la sangre ajena
el fúnebre zancudo.

Poemas de Ciprián Cabrera Jasso (México)









LAS PALABRAS

Emanan las palabras de los labios y matan o salvan.
Las palabras presagian un desastre o una esperanza.
Las palabras se gritan en las plazas y enardecen.
Las palabras se silencian en las camas
Y los dedos que esculcan, descubren nuevos horizontes.

Las palabras, siempre las palabras,
Demasiado griterío,
Demasiadas voces en las radios y en las terminales,
En los televisores y en las calles, en los mercados,
En las masacres donde el silencio se levanta y se revela.

Las palabras, las primigenias de padre y madre,
Las palabras inocentes, los signos de una vida sin pasado ni futuro,
Sin rencores, sin odios, sin juicios y sin malo o bueno.

Las palabras que eran niñas crecen
Y dañan, aniquilan, destrozan, guardan rencores, ejecutan venganzas,
Designan fuego y fusilan, designan Dios y se levantan
Y creen tener la palabra verdadera y se separan.

Palabras que designan política y también dividen,
Elevan al ego más allá de los cielos que no terminan.

Designan manzana y la paladeo, la degusto.
Designan silencio y se detienen en la punta de la lengua
Y descansan en el corazón.
Designan canto y el aire se transparenta.
Designan amor y el alma resucita y se expande,
Designan vida y un relámpago fenece.


HA CAÍDO LA TARDE

La tarde ha caído en el jardín
Y mi mirada recorre en mi interior
Cada uno de los viejos rostros,
De los antiguos amores, muertos amores.

Soy una tumba donde el amor ha resucitado varias veces
Y sucumbe de nuevo. Y retorna, retorna
Cada vez más fuerte, más rojo.

Existe un espacio en mí sin espacio
Donde la luz se eterniza y renace el gozo,
La quietud del gozo, el rostro intangible de Dios
Que no tiene rostro ni cuerpo sólo viento.

En este letargo, en esta languidez donde estoy tirado,
Sólo tirado sin desear moverme y ocioso,
El amor esfuma toda desesperanza, todo desasosiego,
Toda neblina que oscurezca mi camino.

La tarde continúa expandiéndose en el jardín
Y las margaritas. Había olvidado las margaritas blancas
Que parecen mariposas aleteando en la brisa.

En mi ventana la noche.

En mi ventana el reflejo de la luna.

En mi ventana las luciérnagas.

Ah, silencio, silencio…


LA TRÉMULA VELA QUE ALUMBRÓ TU ADIÓS

Sobre la calle, asfaltada y húmeda,
Se esfuman tus pasos abuela.
Y hoy pienso que sólo queda de ti el abandono
De tu jardín de flores y de granadas,
El pasillo desnudo
Sin la foto de tu padre italiano y de tus hijos y sobrinos
De pie junto al genovés
Que enloqueció con los espíritus que invocaba.

Levanto la trémula vela que alumbró tu adiós
Y que fue señal de tu último silencio.

En murmullo te digo, porque sé que me escuchas,
“Ya nada queda como entonces, abuela,
Tu cabellera blanca
Se desmorona en la tierra oscura,
Tus nietos hemos crecido y procreado
Y en tu casa, que ya no es tu casa,
Aún se escuchan tus pasos sigilosos,
Tus dedos de pianista sobre invisibles teclados
Y tu lengua impregnada de olvidos,
De nombres que nos dabas sin ser los nuestros”.

Yo sé que tu embolia murió junto conmigo y ya sanaste,
Que mantienes largas pláticas con los ángeles.

Les preguntarás hijos de quiénes son, dónde viven,
Si tienen apellidos ilustres o comunes,
Si son del cielo o de la tierra,
Si sus padres también vuelan,
Si sus manos transparentes son herencia de sus abuelos
O de otro miembro de la familia.

En el sitio donde ahora te encuentras
Estarás con tus hijos y con mi abuelo
Y los llamas por sus nombres
/Porque recuperaste la memoria,
Porque ya no hay olvidos,
Porque no hay embolias
Ni enfermedades
Y uno no se muere de muerte alguna.

Poemas de Fidel Orta (Cuba)

TRAS EL ECO DEL ÚLTIMO ÁRBOL

"Hubieras dejado la estatua que nos podía acompañar".
(José Lezama Lima)


La amé
como si todo el cielo formara parte de una sinfonía
fui reuniendo partículas hasta encontrar su vientre
que se escondía disperso entre flores y ruidos y otras cosas
pero Después…
-ahora-
el pulido vientre del bosque me amenaza
he aquí una nueva pared
he aquí una figura o luna de ceniza
¿acaso sombra? tal vez
(los minutos parecen murciélagos)
La amé
por primera vez donde nos conocimos
mil veces luego en la perfecta curva de los acordeones
llorando al mediodía de un noviembre gris casi domingo
pero Después…
-ahora-
el aire se detiene para mirar la humedad oculta de mi rostro
pesadilla de algo que fue memoria verde
ya inmóvil bajo la luz
¿acaso sombra? tal vez
(la distancia muerde movimientos)
La amé
porque era una cortina de tela inoxidable
llena de aves que venían de muy lejos
para poblarme el sentimiento con sirenas y párpados
pero Después…
-ahora-
la soledad murmura dos lágrimas inmensamente negras
veo túneles
no hay remedio tras el eco del último árbol
¿acaso sombra? tal vez
(esa mujer tiene mucho de intemperie)


ÚLTIMO RECURSO

"La luz vendrá mansa y trenzando el aire
con el agua apenas recordada".
(José Lezama Lima)

Me fui encorvando lentamente
hasta encontrar el mundo bajo un sillón de hierro.
Poco después la soledad
abrió sus brazos ceremoniales
y lo que ayer fue armonía es hoy pañuelo,
partícula quizá de alguna sombra.
Tiemblo.
Alguien silba desde una foto ya sin paisaje.
Huye la risa,
esta vez consumida por cerrojos.
Entonces grito.
Único pretexto para lanzar mis puños como ancla.


ALGÚN QUE OTRO DERECHO

Una mujer
cuyo nombre me callo afirma que no puede vivir sin mí.
Ante tal situación insostenible
solicito que se me otorgue algún que otro derecho
para dejar su amor al borde de un ataúd
lleno de velas, polvo y huesos amarillos.
Para dejar su risa en el invierno,
sus locas manos en el viento
y su morada voz donde primero pueda.
Algún que otro derecho para vivir
sin la tormenta que producen dientes
labios
mentiras
movimientos
que llegan a través de lenguas profundas
y convierten mi vida en un relámpago.
No pido otra cosa.
Necesito algún que otro derecho
para sacarla legal o ilegalmente del país.
Australia sería un buen lugar.
A ella siempre le gustaron los lúbricos canguros.

Poemas de Marcela Sandoval (Chile)







ACERCA DE DRAGONES, TORTUGAS Y CONEJOS


La gente que quiero es poca, multicolor y multiforme,
tienen voces de trueno, de pájaros y de ciudad.
Me acompañan como campanas, como libros,
como café de madrugada.
Son banderas y son canciones,
se pegan a los edificios en letras inoportunas
y danzan y corren por las calles como conejos.
Son ojos y bocas y cabezas de dragones en cuentos de niños,
van y vienen como tortugas desprevenidas en la selva,
y saben estar en el sillón viejo o en la cumbre que tanto nombro.
La gente que quiero sabe a frutas y a ensaladas,
se arrastran como cuncunas
y de pronto alcanzan el cielo como gavilanes.
Me forman del barro y me soplan en polvo ignorado,
me prestan el tiempo,
me dejan dormir en su memoria.


ESQUINAS ROTAS


Mi paso no será más que una mancha.
Ahí quedan las palabras: las que no me dijeron.
Sombra seré como soy ahora: seca, dura.
Del viaje me duele el tedio del camino,
lo poco que dura la noche.
Libre de este cansancio me dormiré la muerte como la siesta de la tarde,
ya ebria de actos fallidos, ya turbia de no vida.
Me ha crecido como en la entraña ese cáncer de mi madre
y no me cuadro, por pereza,
ante la bandera de las ganas.
Que para ganas, las de los risueños de los bares,
esos hermanos de las esquinas rotas.


OCHO DE MARZO


Un mundo me sepultó en su entraña
y la luna cayó al café, traicionera, ególatra.
Los sicarios vestidos de agua
me bombardearon con lágrimas y mocos.
Entonces la inconciencia,
la pre-muerte se me hizo tibia.
Caos y campanas anunciaron el funeral como trance,
Pero lo más triste fue el sol,
la injusticia de morir en un día glorioso
no dejó a nadie indiferente.
Armonizó entonces el viento,
se puso de pie para herir a los árboles,
y desnudar flores.


Se hermanó con la ira piedra en la garganta
y sopló más lejos para que cada sollozo
encontrara una ventana y se acomodara en las cosas
que cambiaron su color.
Así fue que la ciudad se puso luto
y agachó la cabeza para siempre.





Poemas de Manuel Silva Acevedo (Chile)











LOBOS Y OVEJAS
( fragmentos )

A Enrique Lihn


Hay un lobo en mi entraña
que pugna por nacer
Mi corazón de oveja, lerda criatura
se desangra por él

-

Por qué si soy oveja
deploro mi ovina mansedumbre
Por qué maldigo mi pacífica cabeza
vuelta hacia el sol
Por qué deseo ahogarme
en la sangre de mis brutas hermanas
apacentadas

-

Me parieron de mala manera
me parieron oveja
Soy tan desgraciada y temerosa
No soy más que una oveja pordiosera
Me desprecio a mí misma
cuando escucho a los lobos
que aúllan monte adentro

-

Yo, la oveja soñadora,
pacía entre las nubes
Pero un día la loba me tragó
y yo, la estúpida cordera,
conocí entonces la noche
la verdadera noche
Y allí en la tiniebla
de su entraña de loba
me sentí lobo malo de repente



VOLUPTUOSO ESTÍO

Me aproximo a la estación del mediodía
al voluptuoso estío que desprende el fruto de la Rama
consume y tiende los pastos amarillo
se incendia los nidos y corolas con relumbre infernal


Me aproximo a la estación del mediodía.
El panteonero echa una siesta entre las cruces blancas.
Tendré sumo cuidado en no sacarlo de su liviano sueño.
Procuraré no ser tomado por esa mano aviesa
que se cierne sobre toda curvatura



PABELLÓN DE LOS CIELOS

Mi palabra y mi sueñoson un mismo tema de animales

en mansedumbre todosrapaces, viperinos, como llamas de vida
resplandores efímerosreposando sobre sus patas delanteras
y acompañándonos en este paso por el mundo.


No hay nada más bello que un león hambriento
ni nada más conmovedor
que un ciervo paralizado por el miedo
Ellos son la paz del Universo,las figuras que ornamentan
el gran pabellón de los cielosToda mi confianza sea con ellos
mortales como yo, dulce compañía.

Poemas de Miguel Arteche (Chile)











Última primavera

La luz bajaba desde la colina.
El sonido de un tren, un paso que he perdido.
Juventud, herida de otro tiempo,
te alejas soñolienta
como una verde lámpara sepultada en la noche...

Algo silenciosoestaba junto a mí.
La lluvia penetraba los techos perfumados.
Juventud, perdiste tu campana antigua,
tu yelmo mágico,tu vara transparente.

Ésta es mi habitación. Ésta tu llama.
Éste el vestido. Ésta tu cintura.

"Tu nombre", dijiste, "se ha perdido en la sombra.
Búscalo más allá, detrás de las colinas".
Era yo el que cantaba.
Nadie ha de saciar nuestro encuentro perdido.
Me perdí en el bosque. Partiste a los canales.

La luz bajaba desde la colina.



Hay hombres que nunca partirán,
y se les ve en los ojos,
pues uno recuerda sus ojos muchos años después de que han
partido.


Pueden estar lejanos,
pueden aparecer a medianoche
(si están muertos)
y jugar a que viven.

Pero siempre, con la desolación de su ausencia,
uno comprende que no han vivido en vano, y que su esperanza
es la única esperanza digna de ser vivida.


Y los hombres que nunca partirán
suelen no aparecer en los periódicos,
no se habla de ellos en las radios,
su imagen no gesticula en la televisión:
no son gente importante, no circulan entre las altas esferas.

...Son aquellos que aceptaron el sufrimiento
y lo hicieron suyo para la salvación de otros hombres
sin decir una sola palabra:
pero dejaron abiertos, bien abiertos sus ojos
para que nunca los olvidemos cuando ellos hayan partido.



Si entras a esa casa, a medianoche,
si entras en ese mundo,
y sigiloso y en puntillas dejas
quietas las manos, con cuidado
no respiras, y si los ojos fijas
en una hoja de papel en blanco
por algunas semanas, y luego te desprendes,
aunque es difícil, de tu cuerpo,
o si lo dejas en los años que te quedan
por vivir, y nadie hay en la casa,
y nadie hay en el mundo de la casa:
verás que el cigarrillo enciende al fumador,
y el vino se bebe al embriagado,
y el libro lee a su lector,
y la chaqueta se viste de su dueño,
y el pan engulle a sus hambrientos, y el espejo
se mira en el azogue de la dama,
y de improviso se enciende una pared,
y asoma una cabeza, y la saludas,
o muy de súbito sale de tus hombros
el niño que serías, y lo besas,
o una mano en el aire arroja de improviso
abejas de oro sobre tu cabeza,
o ves llegar la madrugada
y te duermes
en otra casa, y en el sueño tratas
de buscar lo que has perdido:
ese mundo real que ya no tienes,
porque entraste en el mundo de los ojos irreales.

Salvo que entraras de nuevo en esa casa...

Poemas de Cecilia Palma (Chile)











Voyeur

El cruce de miradas
devela el sostenido ardor que te provoca
la fuga en sí
en el suave movimiento de la pelvis
húmedo el otro relato:
carruajes cenicientos en circulación
tomas innecesarias
de este pérfido asunto de ojos:
el secreto placer de pasar por tu deseo


Persistencia de Usted

Te vi desde otro insomnio
y en la realidad del sueño reflejo
tu espejo sometía a mis íntimas
no pude tocarte
no pude alcanzar la penumbra de tu velador
la lengua de esa pasión
su desnuda lectura
ese temblor perdido
al despertar.


Interferencias in situ (fragmento)

(a Francisca)


II

Esos niños que
queriendo desaparecer
la inexistencia
juegan a comprender la guerra
y me alegro Francisca que
no estés ahora mismo escondida en
algún barretín de seguridad
sin esperar el mañana
sometida a la disciplina táctica,
sino que estés yendo
y viniendo a mi ánimo
de la mano de Parker ahora,
mientras
giro la copa lenta
y su ansia.

Qué cosa más extraña chiquita
la vida nos juntó aquí, en este
nudo de fronteras y de sangre
habría que dar las gracias
digo yo
porque no estás en el
otro paisaje,
ese que alcanzo sólo
a través de la pantalla
y confieso
que a veces se
me acaba el valor
presiono la tecla mágica
y escapo sigilosa entre
frecuencias anodinas
y es que algunos días
me vuelco a la lúdica mirada de
un príncipe imaginario
en vano intento de
escapar a la seducción de la partida.

Otra copa
cómplice taciturna de mis noches
y desde allí
abandono este tete - á - tete
con mi huérfana otra
al regresar a casa
a enterarme de las noticias
de la medianoche
para otra vez alegrarme
Francisca
que no estés en ellas.

El problema es
que nos creemos dioses
emulamos con envidia
al carpintero
sin tener la osadía de morir
olvidamos que fuimos engendrados entre
lenguas y caricias para
volvernos guiñoles de medio tiempo
desviando
si es que existe
el juicio
evadiendo a las sombras que
irrumpen las noches santiaguinas
ofreciendo rosas en las cantinas
o a los que se recuestan amortajados
bajo el puente.

En la tasca no están,
ni las bombas
suprimiendo alientos de niños palestinos
ni proxenetas que acechan
a las esquinas
y tampoco tú Francisca que
seguro dormirás plácida
entregada a tus merecidos
mientras yo, a la pasión de un so/o de saxo
que ahora mismo secuestra mis
vértices

Y qué importa si me dejo llevar
qué, si todo calza al final de
los días?

Algún día sentiré el olvido
porque la vida se viste de matices y
la poesía es
historia.

Poemas de Alfonsina Storni (Argentina)















TÚ ME QUIERES BLANCA

Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada

Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas
Las copas a mano,
De frutos y mieles
Los labios morados.
Tú que en el banquete
Cubierto de pámpanos
Dejaste las carnes
Festejando a Baco.
Tú que en los jardines
Negros del Engaño
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,
Vete a la montaña;
Límpiate la boca;
Vive en las cabañas;
Toca con las manos
La tierra mojada;
Alimenta el cuerpo

Con raíz amarga;
Bebe de las rocas;
Duerme sobre escarcha;
Renueva tejidos
Con salitre y agua;
Habla con los pájaros
Y lévate al alba.
Y cuando las carnes
Te sean tornadas,
Y cuando hayas puesto
En ellas el alma
Que por las alcobas
Se quedó enredada,
Entonces, buen hombre,
Preténdeme blanca,
Preténdeme nívea,
Preténdeme casta.



S Á B A D O


Me levanté temprano y anduve descalza
Por los corredores: bajé a los jardines
Y besé las plantas
Absorbí los vahos limpios de la tierra,
Tirada en la grama;
Me bañé en la fuente que verdes achiras
Circundan. Más tarde, mojados de agua
Peiné mis cabellos. Perfumé las manos
Con zumo oloroso de diamelas. Garzas
Quisquillosas, finas,
De mi falda hurtaron doradas migajas.
Luego puse traje de clarín más leve
Que la misma gasa.
De un salto ligero llevé hasta el vestíbulo
Mi sillón de paja.
Fijos en la verja mis ojos quedaron,
Fijos en la verja.
El reloj me dijo: diez de la mañana.
Adentro un sonido de loza y cristales:
Comedor en sombra; manos que aprestaban
Manteles.
Afuera, sol como no he visto
Sobre el mármol blanco de la escalinata.
Fijos en la verja siguieron mis ojos,
Fijos. Te esperaba.


ALMA DESNUDA


Soy un alma desnuda en estos versos,
Alma desnuda que angustiada y sola
Va dejando sus pétalos dispersos.

Alma que puede ser una amapola,
Que puede ser un lirio, una violeta,
Un peñasco, una selva y una ola.

Alma que como el viento vaga inquieta
Y ruge cuando está sobre los mares,
Y duerme dulcemente en una grieta.

Alma que adora sobre sus altares,
Dioses que no se bajan a cegarla;
Alma que no conoce valladares.

Alma que fuera fácil dominarla
Con sólo un corazón que se partiera
Para en su sangre cálida regarla.

Alma que cuando está en la primavera
Dice al invierno que demora: vuelve,
Caiga tu nieve sobre la pradera.

Alma que cuando nieva se disuelve
En tristezas, clamando por las rosas
Con que la primavera nos envuelve.

Alma que a ratos suelta mariposas
A campo abierto, sin fijar distancia,
Y les dice libad sobre las cosas.

Alma que ha de morir de una fragancia,
De un suspiro, de un verso en que se ruega,
Sin perder, a poderlo, su elegancia.

Alma que nada sabe y todo niega
Y negando lo bueno el bien propicia
Porque es negando como más se entrega,

Alma que suele haber como delicia
Palpar las almas, despreciar la huella,
Y sentir en la mano una caricia.

Alma que siempre disconforme de ella,
Como los vientos vaga, corre y gira;
Alma que sangra y sin cesar delira
Por ser el buque en marcha de la estrella.