Poemas de Sergio Rodríguez Saavedra (Chile)












Mandrágora para iluso


En lo fugaz
de la estrella: ve y caza
esta noche la mandrágora
que anuncia un día
en que la lluvia termina.

Después olvida el camino de la fiel
y bella: esta pelusa trasladando esporas:
su figura cargando aquellos árboles de sombra.

La barba dos veces más solitaria
Frente al espejo donde la ausencia repite.

Vendrá esta noche
o el corazón
secará los ojos.



La hora del fin según Efraín Imelcoy


He apreciado una piedra.
No tiene esa majestuosidad del roquerío
ante la zarza de las olas
tampoco velocidad en la cruza del lobo
pero da forma al rigor del ángel
que deja luceros
como quien olvida otra mentira
sobre la mesa del bar.
He pulsado su clavija
Tensando el alma de aquellos abandonados
y era su tacto un corazón fósil
su roce un beso mojado por la angustia
este siglo otro marino cansado de secar
/las barbas
bajo un cielo perdido en las rutas del sud.

He apreciado esta piedra.
De ella entonces nuestras lápidas.



Ya no leo a Marx ni Mateo


Me limito simplemente a pensar
si el polvo tañe en las campanas o estos caminos
han regresado alguna vez al mar: si en sus lenguas
y lenguajes a todos cantaremos: si salivales
limpiamos aquel idioma empantanado en la ribera
y construimos risa la choza del ausente
o arroyo y visitaremos niebla poblando
de musgo y gusano el destino de la casa natal:
Ya sé que pasar la edad de Cristo es entrar
Al territorio de la muerte y la taberna: quizás
cuando la barca no sea su madera
estaré para remero descalzo
o cuando al fin de tratos con la nada
plagiaré como tantos la voz ahogada
que ronda a quienes dejaron de nadar
contra la corriente:
Es hora de abandonar
la biblioteca a su candado porque no fuimos
ni el libro ni su llave: lo dijo el ángel
- anda sólo: yo tengo alas –
tal vez sea momento de guardar
para otros más veloces esa palabra ligera: mientras
un viento de todos los siglos tañe cada vez más fuerte
el polvo que nos empieza a llamar

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